lunes, 26 de noviembre de 2012

Ensayo


Lo que el ojo humano nunca vio

¿Cómo se imagina usted que es el Paraíso?
Hay varias posibilidades de interpretarlo según lo registra la historia. Con anterioridad a los griegos, se lo relacionaba con la palabra persa “jardín”, puesto que esto era precisamente en esos tiempos, un lugar en la tierra, el Edén, donde el Creador había instalado al primer hombre y la primera. No se conoce hasta ahora el lugar preciso donde estuvo ese jardín terrenal. De allí los expulsó Señor por haber desobedecido su orden de no comer fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal. Esta imagen es una mera forma literaria (antropomórfica) reducida en alguna versiones populares a la figura de una manzana, para significar que el hombre debe reconocer y aceptar su condición de criatura creada y no salirse de ella pretendiendo poderes que son únicamente de Dios. Muchos artistas han pintado cuadros coloridos de ese lugar, conforme a su propia imaginación. La figura de la serpiente seductora es también una imagen tradicional, sin que por ello se pretenda significar que el Diablo tiene precisamente la forma de ese animal.
Pero este vocablo Paraíso, además de este primer significado de jardín terrenal tiene un segundo, no referido a este planeta sino a otro superior, donde residen las almas de los bienaventurados que verán a Dios después de esta vida. ¿Y cómo será ese otro Paraíso?
Nadie lo sabe, pero los cristianos tienen en sus libros algunas pistas reveladoras. Santa Teresa de Jesús (1515-1582), en el Libro de su vida (cap. XXVIII), asegura haber tenido varias visiones sucesivas:
“Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos, con tan grandísima hermosura, que no lo podría yo encarecer. Hózame gran temor, porque cualquier novedad me la hace grande en los principios de cualquier merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender porqué el Señor se mostraba así, poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo lo viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural.
Los teólogos entendidos sostienen que estas apariciones a la madre Santa Teresa fueron de naturaleza imaginativa, consistentes en ciertas representaciones que se dan en la fantasía de algunas personas sin que sean una auténtica visión directa de Dios. En las iglesias protestantes se han registrado también numerosos casos semejantes, según puede comprobarse leyendo Las variedades de la experiencia religiosa, del filósofo estadounidense William James.
“En el mismo momento en que sentí la llamada del Padre, mi corazón saltó al reconocerlo; corrí, abriendo los brazos y grité: “¡Aquí estoy, Padre, mío!... ¿qué debo hacer…?”, confiesa un creyente. William James sostiene que “son muy escasos los creyentes cristianos a quienes se les ha concedido tener una visión sensitiva de su salvador…”
Podemos haber leído o imaginado un mundo sin dolor ni enfermedad, donde las plantas no se marchitaran nunca y el león acariciara al cordero, donde todas las ansias de conocimiento estuvieran satisfechas, un mundo sin tristezas ni temores, pero ese Paraíso no se parecerá en nada a lo que hemos visto, pensado o imaginado. La promesa de Dios está explícitamente anunciada en por San Pablo en 1 Corintios 2, 9:
“Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni se le antojó al corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman,”

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